lunes, 26 de julio de 2010

Una sonrisa irresistible

Una sonrisa irresistible
Una mirada de dos segundos (Hola, te he visto)
Una respuesta de dos segundos (Buenas, yo también te he visto a ti)
Una segunda mirada, esta vez de cuatro segundos y acompañada de un mohín coqueto (Mmm…me gusta lo que veo)
Una respuesta, también de cuatro segundos (Si no me gustase lo que veo, no miraría)
Una tercera mirada, 8, 9 ,10 segundos, quien sabe, podrían ser horas (Hagámoslo)
Su respuesta, del mismo tiempo (¿En tu casa o en la mía?)
Un taxi
Una parada en un veinticuatro horas (Champán o sidra, según poder adquisitivo)
Una cerradura esquiva y una llave indecisa
Una entrada atropellada
Un beso más atropellado aún
Dos abrigos volando
Un botón
Un segundo botón
Cinco botones (Saltando desgarrados)
Un cinturón
Una cremallera
Una cama (Encontrada a tientas, los ojos cerrados, los labios fundidos)
Un sujetador (Retirado de antemano para evitar torpezas)
Dos cuerpos desnudos
Dos cuerpos desnudos (Esta vez en la horizontal)
Cuatro caricias
Una arremetida
Un gemido
Otra arremetida
Otro gemido
Un mordisco en la oreja
Un suspiro (Profundo)
Un lametón
Un pezón erizándose
Más arremetidas
Y más
Un labio contenido entre los dientes
Otra arremetida
Cinco uñas (Clavándose en una espalda ancha y sudorosa)
Otra arremetida
Un relámpago (Una repentina revelación)
Un fugaz vistazo al calendario colgado en la pared (Esos días marcados con cruces rojas)
Una penúltima arremetida
Dos ojos aterrados (Espera, espera)
Una última arremetida
Dos ojos aún más aterrados (Espera, espera, espera)
Un espasmo
Un temblor
Un gemido (Liberador)
Nueve meses
Un llanto en la noche
Un recuerdo, el de una sonrisa irresistible

sábado, 17 de julio de 2010

Dos pasajes para Chile

—Buenos días. Dígame.
—Hola buenas. Mire yo quisiera averiguar el precio de dos pasajes para Chile.
—¿Para que fechas?
—Pues para lo más temprano que tenga. Para esta noche mismo, si hay.
—De acuerdo. ¿A Santiago?
—Si, si.
—¿Y que son, usted y la niña?
—Si
—¿Mamá, vamos a ver a la tía?
—Claro. Siéntate anda, el señor me tiene que explicar.
—¿Ida y vuelta?
—Si. El regreso para estar diez días allá, más o menos.
—Bien. Me da vuelo para mañana como pronto. Salida a las veintidós cero cinco y llegada a las once del día siguiente. El regreso salen a las seis de la mañana llegando a Madrid a las trece cuarenta.
—¿Y ese cuanto sale?
—Con las tasas y los suplementos son dos mil doscientos veintisiete con cuarenta.
—¿Y no tiene alguno uno un poco más...más...económico?
—Ese es el más económico
—¿Pero la niña no paga igual que yo, cierto? Eso lo puso, ¿verdad?
—Ya está incluido en el precio.
—Ay bueno, y aun así siegue siendo mucho. Ay pero yo tengo que ir...Y esto, ¿lo podría pagar en varias veces?
—Solo si tiene la tarjeta de crédito de nuestro centro comercial. Se la tienen que conceder en el stand de finanzas, es ese de ahí. Es la única manera.
—Está bien. Bueno, gracias de todos modos.




—Hola, se acuerda de mi, ¿si?, viene hace un rato por unos pasajes para Chile.
—Si, si, me acuerdo. Dígame.
—Si mire es que acabo de recordar que si que tengo la tarjeta, lo que pasa que la tengo en casa. Pero con que le diga el nombre vale, ¿si?
—No. Me temo que necesito la tarjeta físicamente.
—Pero si la tengo. Lo que pasa que me olvidé de traerla.
—¿Mamá por que se te olvidó?
—Porque me la dejé en casa.
—Pero como sabes que está allí.
—Porque lo sé. Anda siéntate.
—¿Y no podría usted... Por favor necesito los pasajes.
—Lo siento señora
—¿Mamá, no podemos ver a la tía?
—Por favor...
—Lo siento, no puedo hacer nada. Son las normas

Una oferta irrechazable


—Disculpe una pregunta...¿Si se cae ahora mismo de esa escalera, quien va a llevar el sueldo a su casa hasta que se recupere?

—¿Cómo?

—Digo, que si ahora mismo usted tiene un accidente o se pone enfermo, quien va a ser el que lleve dinero a su casa mientras usted se recupera. ¿Tiene algún seguro que le cubra?

—No

—Pero siendo albañil, estará dado de alta en la seguridad social por lo menos.

—Bueno más o menos...En-en realidad no.

—¿Y si mañana se rompe un brazo?

—Pues no lo sé. Mejor que no me pase nada. No quiero ni pensarlo.

—Claro, Dios quiera que no le ocurra nada...pero nunca se sabe. Debería estar protegido.

—Ya, si tiene razón. Hace tiempo que debería haberme hecho uno, pero ya sabe en estos tiempos, con la...

—No se preocupe. Por eso estoy aquí. Voy a hacerle una oferta que no podrá rechazar. Porque en Seguros Altruistis nos preocupamos por usted.

—Dígame su nombre, para poder rellenar la póliza

—Hombre pero yo esto lo tendría que pensar, no voy a...

—Le aseguro que cuando escuche las condiciones no dudará un solo segundo.

—Dispondrá de una cobertura real, que corresponda con el tiempo real de la dolencia y no con la que determine facultativo de turno, a menudo escasa.

—Podrá disfrutar de importantes descuentos en clínicas dentales, incluidas dos limpiezas bucales al año completamente gratis.

—Estará cubierto por cualquier accidente o enfermedad. Siempre y cuando no sea preexistente.

—¿Pre qué?

—Nada

—Y desde el primer día, desde el momento exacto en que firme la póliza. Siempre y cuando haya pasado los periodos de carencia. Un año para afecciones de tipo cardíaco. Dos para el cáncer.

—¿Cómo?

—Nada

—Podrá dar tantos partes como enfermedades o accidentes sufra. Aunque probablemente la compañía dará de baja su póliza si da más de tres.

—¿El qué?

—Nada, nada.

—Dígame el número de su cuenta corriente. ¿Lo quiere domiciliado verdad?

—Creo que esto es un poco precipitado, además no sé si quiero...

—¿Pero está escuchando usted las condiciones? Cubrimos cada día que esté enfermo. Según un baremo realizado por nuestros peritos. Esguinces una semana, fracturas veinte días. Álgias, resfriados y gripe común no cubiertos.

—¿El que?

—Olvídelo, no tiene importancia. Bueno que me dice, ¿firma?

—No se. Es que tengo la sensación de que me está ocultando algo.

Ciento cincuenta newtons

—Buenos días está hablando con el departamento de bajas, mi nombre es David. ¿En que puedo ayudarle?

—Si...si...si. De acuerdo pero, ¿me podría indicar el motivo de su descontento?

—Ya, si...si, per...

—De acuerdo, le entiend...

—Si...si...si.

Aquí estoy un día más, sentado en mi cubículo. Apenas han transcurrido veinte minutos desde que he fichado, y sin embargo tengo la impresión de llevar varias horas. Ni siquiera se que día es. Últimamente mi vida ha dejado de tener días, semanas o incluso meses. Y quizá sea mejor así. Quizá sea mejor no ser consciente del tiempo que se va.

Cuatro minutos y cincuenta y nueve segundos para descansar la vista una vez cada hora. Diecinueve minutos y cincuenta y nueve segundos para comer. Doce horas antes de volver a sentarme en esta silla de respaldo no reclinable. Eso es todo.

—Si...si...si...Cree que está pagando demasiado. Bien, de acuerdo

Operativa 32 sección 3 epígrafe 1

El cliente muestra descontento con el servicio. ¿Es un motivo económico? Ofrecer reducción de tarifa o módulo ahorro (sujetos a contrato de compromiso). El cliente no queda satisfecho. ¿Tiene oferta de la competencia? Remarcar desventajas de sus productos y resaltar las virtudes de los nuestros. El cliente solicita la baja. Ofrecer descuento A. El cliente sigue sin aceptar. ¿Tiene facturación estrella? Ofrecer descuento B. El cliente rechaza la oferta. ¿Es un motivo económico?

—¡Porque sois unos ladrones!

El reloj del teléfono indica diecisiete minutos de conversación. Ese es sólo el tiempo que lleva hablando conmigo, pero antes ha tenido que pasar por al menos dos operadores más, aparte de la grabación de bienvenida y el tiempo de espera entre las transferencias. Quien sabe, puede que lleve al aparato desde ayer.

Querría tener algo para distraerme, pero el cubículo está especialmente diseñado para que no puedas hacerlo. Un ordenador capado sin solitario, ni Internet. Una silla incómoda. Y dos planchas de metacrilato que ha modo de anteojeras impiden ver a los lados.

¡Sinvergüenzas!

Un minuto más, solo un minuto más. Solo tengo que aguantar un minuto más. Un minuto más y empezará a insultarme, y la luz comenzará a verse al final del túnel. Yo le amenazaré con liberar su llamada. Él se exaltará aún más. Yo le advertiré una segunda vez. Él continuará escupiendo cuatro días de frustración telefónica. Y entonces llegarán las palabras mágicas. Dirá puta, dirá hijo y dirá de. Y yo seré libre. Colgaré y podré tomarme esos cuatro minutos y cincuenta y nueve segundos sin los cuales me desintegraría en mil pedazos.

Venga. Dilo. Dilo de una vez.

Vuelvo a mirar el reloj del teléfono. Cincuenta y siete minutos. Puede que sea la misma llamada, puede que no. Puede que ya hayan pasado ocho horas. Rodeo mi cuello con el cable de los auriculares y estiro con fuerza. ¿Cuánta tensión puede soportar un cable de teléfono antes de romperse? Ciento cincuenta newtons ¿Cuánto tiempo puede soportar el ser humano antes de morir asfixiado? No lo se. Estudie físicas, no medicina.